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ALDO LALE DEMOZ: Exposición en la Galería U del 16 al 29 de mayo 1967
Edificio Ciudadela
Montevideo, Uruguay
Juicio del crítico de arte Fernando García Esteban (Uruguay)
Alguna nota crítica alemana –obviamente elogiosa y cauta—publicada a raíz de la exhibición pública que de sus obras realizó Lale Demoz en Munich, ponen en evidencia varias características de esa producción y ciertas circunstancias de estima que incitan a la reflexión. Pese a la amplia demostración histórica y a la experiencia directa que del quehacer plástico contemporáneo se tiene, a las reiteradas revisiones de enfoque valorativo que tratan de imponerse, el análisis de lo artístico sigue padeciendo de esteticismos clasificatorios con planteo científico impuestos al formalizarse el repertorio estilístico. Y es más; contra toda lógica, a contrapelo de la realidad, la propuesta crece, se abunda en la ponderación de los aspectos formales que toda obra tiene, para incluirla en algún determinado ismo, en movimientos escolásticos nominados. De nada vale que los mismos artistas hayan demostrado fehacientemente que son ellos los primeros en no atarse a principios regulares, a normativas estrictas de tratamiento y solución y que nadie es capaz de definir con precisión propuestas plásticas, salvo aquellas que parten de programas preestablecidos, enunciados de antemano por sus propulsores. Cuando alguien, sin vinculación de grupo, sin antecedentes conocidos y apreciados, sin catálogo, muestra –en el último decenio—conjunto de pinturas, la orden no duda, pero prevista y acatable, es ficharlo, es decir en qué corriente se ubica. Como si colgarle motes a la realización plástica bastara para calificarla. Como si un artista-hombre, un ser comprometido con la rica y acuciante problemática del mundo en que vive, deba necesariamente enrolarse o desconocer la complejidad de las intervenciones que, modernamente, constituyen la plataforma activa de toda empresa artística.
Aldo Lale Demoz no admite fácilmente una clasificación determinada. Es fácil reconocer, no obstante, el aporte que recibe –no la solución a que se adapta—del expresionismo abstracto, del realismo mágico, de las derivaciones del super-realismo, del arte otro y la abstracción. Quizá puedan encontrarse más antecedentes. Pero ellos cuentan como tales; para su propia definición. Yo agregaría, que resulta imposible filiarlo o ficharlo como continuador o adalid de una tendencia determinada y conocida. El crítico que pretenda partir de esas precisiones, de la designación por términos o títulos, para juzgarlo, debe, si es honesto declarar su perplejidad. Alguna vez, quizá, se de cuenta de que tal investigación no era necesaria. Y si se lo quiere tildar de ecléctico, esa no será una tacha, sino condición positiva en la medida que su obra – que tiene altibajos, que es irregular porque se enquista en lo existencial directo—llega a plasmarse con valores propios, logra el impacto emotivo que pretende. Tampoco lo disminuye el hecho de que, en poco tiempo, haya tentado soluciones diversas, maneras y tratamientos opuestos. Ello corresponde a la experiencia del ritmo de la vida actual, a la inseguridad de las afirmaciones.
Cabe otra acotación: el destaque, algo asombrado del origen suramericano de artistas que llegan a triunfar en Europa, por premios en competencias internacionales o por situarse –y no es fácil—en un mercado exigente. Es que, pese a la participación de nuestros países en esas muestras, a la evidencia de sus valores, al reconocimiento menos, la actividad y los aportes que desde la mayor parte de su occidente le llegan. De ahí que se extrañen al hallar y reconocer artistas, que se resistan a integrarnos en una modernidad de la participamos inevitablemente. Pero esto último no debiera lesionarnos, aludo exactamente a nosotros, a los uruguayos, que importamos gratuitamente esa misma actitud, que seguimos admirando sin retaceos lo foráneo, que andamos a la pesquisa de la originalidad forzada y que, al fin, desconocemos buena parte de lo que, en arte, constituye nuestro corto pasado y el presente más activo.
Aldo Lale Demoz nació en Montevideo; pintó en Alemania; sigue pintando aquí. Ahora expone por primera vez, una serie de su obra a sus coterráneos. Las circunstancias quisieron que antes se lo descubriera y estimara en el exterior. Ellas inciden también, para mantener su individualidad, su hacer aislado e intenso; que lo orientó durante su experiencia en Bonn, que lo encuentra en la ciudad natal, separado de grupos y sin el amparo de eso que llamamos trayectoria conocida, atributo al que solemos recurrir con frecuencia, para juzgar. Lo que importa es iniciar el diálogo con el aporte que trae, a través de su lenguaje ya que habla poco, que no busca contactos convenientes pero dice por la pintura.
Comentario del crítico Dr. Carlos Grieben (Argentina)
Se puede muy bien decir que Aldo Lale Demoz nos enfrenta repentinamente con una real visión de su pintura, de un mundo de la más viva mitología; que configura un choque trágico entre dioses y demonios, paisaje interior del hombre contemporáneo.
Comentario del Dr. Eugen Diem, historiador y crítico de arte, prensa alemana, Munich, enero de 1966
Un pintor del Uruguay: La Galería Heseler llena un cometido muy importante dentro las exposiciones que se realizan en Munich, ya que da a conocer al público, jóvenes artistas extranjeros, sobre todo de L’École de Paris. No se limita a corrientes de estilo, modalidades ni a fronteras nacionales. La exposición del pintor uruguayo Lale Demoz deja entrever la grande e intensa influencia de las modernas corrientes artísticas, a las cuales ningún artista joven permanece indiferente.
Lale Demoz ha comenzado como autodidacta y fue llevado por un hondo impulso interior a testimoniar pictóricamente la disensión y el desgarramiento de la humanidad actual. Los títulos de sus cuadros, como “Infierno” revelan la problemática del pintor. Los fuertes contrastes en el colorido de sus obras se apoyan en un vivo movimiento rítmico, que en forma de torbellino atrae y tira todo hacia sí y deja triunfar los elementos formales de esta expresión voluntariosa sobre el fondo metafísico. A diferencia de la mayoría de los pintores suramericanos, recibió Lale Demoz, sus impresiones más fuertes durante su estadía en Alemania.
El abúlico desconocimiento sobre la vida cultural de los pueblos suramericanos podría quebrarse de manera eficaz por medio de manifestaciones análogas a esta exposición y seguramente que tendrían éxito y continuidad. Se comprobaría una vez más que los encuentros en el plano cultural son las más seguras cabeceras de puentes a tender entre los pueblos y los hombres.
Comentario del Dr. Wolfgang Petzer, ganador del premio Schwabing a la Crítica de Arte
Un pintor del Uruguay: Desde hace un decenio la participación suramericana en el desarrollo artístico es considerable. Este año, el Gran Premio de Venecia fue concedido al argentino Le Parc. También recordamos la exposición colectiva de artistas brasileños de vanguardia en la Casa del Arte de la ciudad de Munich. Ahora es un pintor uruguayo, Aldo Lale Demoz de 39 años de edad, quien atrae nuestra atención, a través de la exposición de sus obras en la Galería Heseler de Munich.
Aldo Lale Demoz nació el 18 de enero de 1928 en la ciudad de Montevideo. Concurrió al Liceo Francés y luego a la Universidad donde siguió los cursos de ingeniero agrónomo. En el año 1955 se traslada a Europa y en Alemania, como en una inspiración, percibe la seguridad de que solamente como pintor se podía imponer a los contrastes del medio ambiente. Sus primeras obras, compuestas como autodidacta en Bad Godesberg, enfrentan a una dualidad metafísica del mundo, bajo los títulos de “Infierno” o “Mística”.
Los motivos originariamente figurativos –el bosque que muere en el otoño y arde—se transforman cada vez más y más en expresiones fuertemente rítmicas de color; un caos hirviente es el elemento básico, que arrastra todo consigo o se divide en dos polos, que actúan en contra de sí o sobre sí. La cabeza titulada “Carnaval” de Aldo Lale Demoz, consta solamente de dos ojos pastosos, entretejidos por una rutilante línea de rojo y amarillo, que con su brillo y sus rayos cautivan y dominan.
La aparición y desaparición de cabezas humanas, en lo caótico induce a pensar en el Grupo Cobra, inspirado por Asger Jorn. Lale Demoz no está en relación con ese grupo; sin embargo, resulta ello como una fase obligada del desarrollo del arte en la actualidad, que por sí solo se extiende ampliamente fuera de ese triángulo Copenhague-Bruselas-Amsterdam y que abarca de una manera muy activa a Norte y Sudamérica (“action painting”). Y aquí es donde Aldo Lale Demoz, el pintor uruguayo, ocupa un lugar de preponderancia.
ALDO LALE DEMOZ: Exposición en su Taller, julio 1975
Montevideo, Uruguay
Introducción de Fernando García Esteban, Montevideo, julio de 1975
Nueva exposición de pinturas de Aldo Lale Demoz. Si la vida física y las inquietudes espirituales (múltiples, enriquecidas continuamente, hasta en las humanas contradicciones) se ubican tan decididamente a partir y dentro de esta compleja línea en lo nacional, el que hacer pictórico de Aldo Lale Demoz – en cuanto actividad dedicada y generoso logro de hechos concretos—sigue resolviéndose, con preferencia, en lo extranjero. Por tan particular circunstancia, recién durante 1967, Montevideo, su ciudad, tuvo relación parcial con la obra artística que venía haciendo; y es ahora –tantos años después— cuando cumple una segunda exposición; entre tanto esa pintura fue exhibiéndose, y parte de ella quedó en colecciones en Europa.
Entonces —otra vez ello resulta inevitable— la serie que nos muestra se nutre de motivos y motivaciones dispares y vocacionalmente hondas; es una síntesis apretada de cuanto fue desgranándose por años; el resultado parcial, difícil de abarcar unitariamente, de años atareados y vividos.
Quienes recuerden la exposición anterior, quienes –en situación mejor—conozcan de algún modo la vasta producción que fue jalonando ese tiempo denso, o quienes encuentren por vez primera esta realidad plástica, todos habrán de adoptar, es obvio, posiciones distintas para el juicio; no obstante, la sensibilidad de quien quiera, habrá de sentir un mismo factor activante: esa dinámica del color –que ahora liberado, activo y decidido—resulta la carga sustancial de su obra. El fantasma de las formas, fácilmente reconocibles a veces (pájaros, flores, paisajes) o las manchas que materializan el gesto o la voluntad, todo ello va encorpándose con cierta peculiar autonomía vibrante, como objetivación o presencia cromática. Pues bien: eso es, de cierto, el vehículo empleado por Lale Demoz para precisar su lenguaje. Y por como maneja tan comprometida realidad expresiva queda emparentado con varias corrientes artísticas tradicionales y en curso; pero así confirma, asimismo, su personalidad artística.
Comentario de Florio Parpagnoli, Montevideo 8 de julio de 1975
La obra de Lale Demoz. La curva de la evolución de la expresividad instintiva del niño se pierde en la zigzagueante y cortada trayectoria del adolescente y adulto, que viran en distintas direcciones impulsados por los vientos de ambientes culturales y las correspondientes escuelas – escuelas que van inhibiendo y deformando su autenticidad.
Salir de los falsos derroteros y encontrar equilibrio entre lo que puede aportar lo cultural y lo que vale de lo interior profundo, es la lucha que en este siglo caracteriza el arte, desde el momento que la cultura entra en crisis. Pero cuando esa intención de evadirse de las distorsiones intelectuales está dirigida por negativos pesimismos sobre la especie humana y la propia existencia, los resultados son ácidas negaciones de todos los valores, arrastrando junto a los artificios culturales, aquellos principios que parten de las raíces más nobles.
Cuando el creador se mueve no por un rencor hacia el mundo, sino que eludiendo de él sólo aquello que distorsiona su mensaje, conservando en cambio la esencia de su instinto de “huomo faber”, es como si aquel niño hubiese crecido y evolucionado sin perder la pureza de sus alegrías y de sus angustias. Porque agrega a la frescura de su autenticidad, los aportes de todo lo cultural que en lugar de inhibir y distorsionar lo suyo, se pone al servicio de aquella y le permite cantar más alto y más seguro sus canciones de carácter festivo o elegíaco.
Este es el caso que constantemente bordean los trabajos de Aldo Lale Demoz, que narra sus aconteceres con la dinámica vital del que vibra intensamente en sus dimensiones emocionales y sensuales, vigilándolas sutil y finamente por el conocimiento intelectual de su oficio. Este conocimiento intelectual le sirve, porque no lo absorbió por áridas informaciones de estudioso de gabinete, sino por el contacto vivo con los grandes ejemplos de la pintura del pasado y del presente, a través de sus vivencias en los centros culturales europeos. Y es así que logra que las texturas de sus cuadros multipliquen la cromatría de sus producciones con una riqueza y libertad inusitadas y que sus formas esquematicen y rimen acentuando figuras o absteniéndose de representarlas, con una estética funcional y expresiva que conduce su plástica a ser un lenguaje absolutamente personal, lenguaje hondamente auténtico, que alcanza las raíces más profundas de su propio yo, que por consiguiente se hace universal para todos los que no alienaron su sensibilidad y no adulteraron su capacidad de percepción.
Su camino es doloroso como una parición, pero fructífero como ésta.
Como contemporáneos nos sentimos con derecho a pedirle a Lale Demoz que cuide su fuerza para poder mantenerse en esta difícil procreación, cuyo arduo proceso se compensa con su condición de verdad interior. Esto es lo que lo convierte en uno de los más veraces cronistas de nuestro clima existencial.
Portugues
ALDO LALE DEMOZ: Exposición en Eucatexpo en junio de 1977
Porto Alegre, Brasil
(Transcripción del folleto original en portugués)
Introdução de Zeferino Paulo Freitas Fagundes, Crítico de Arte
Apresentação. Aldo Hugo Lale Demoz é personificação da alegría de pintar. E, em o sendo, da alegría de criar. Criar beleza, através da pintura. Abstraiamos a complexa postulação dos princípios de estética, princípios teóricos. Não pelo desvalor da teoría no contexto do conhecimento, mas pela indiscutível valia da intuição como forma de apreensão imediata da realidade, em todas, ou quase todas, as suas espécies. Em suma, o conceito de beleza é intuível, independentemente da sua construção dogmática. E o tipo de beleza criado pela obra de Lale Demoz é daqueles de espontânea e pronta apreensão e fruição. Daí o seu valor básico. Mas tem mais: Há a técnica que se revela segurísima, em todas as dezenas de cuadros que esse gentilhomem uruguaio pinta anualmente, numa quase pletora temática, mas perpassados pelo fio maravilhoso da unidade de esplendente luminosidade e vividíssimo cromatismo. Lale Demoz é uma exploção organizada e orgánica de cor. É uma leque de tons abrindo, magicamente, ante nossos olhos, em variação “ad-infinitum”, num poder encantatório, em verdade, singular. Mas algumas constâncias e predileções especialmente se apresentam nesse globalizado pintar, vamos dizer, “Beethoveniano”, ou “Francisco-de- Assiseano”, para usarmos duas imagens significantemente compatíveis com a sua exploção criativa. Significativas, no caso, em parte, eis que a insita dramaticidade “Beethoveniana”, por exemplo, se acha de longe ausente da fluência do rio cantante de beleza pura, ingênua –vamos dizer, no melhor sentido, animalmente beleza—da obra culturalmente refinadíssima de Lale Demoz. O pintar de Lale Demoz é alegria de ser, de ser-pintando, bem como a de Francisco de Assis foi a de ser amando, a Deus em todo, e em tudo a Deus.
Não há, em Lale Demoz como não debe haver no grande e vero artista, compromisso ideológico –em ampla acepção—a não ser o seu com a Beleza. Se vez por outra, rarissimamente, alguma coisa do drama humano desponta em seu ingente depoimento iconográfico, é ainda o compromisso com a Beleza presente, num momento de divagacão por essas sendas do menos-alegre, que pontilham, força é confessar, os caminhos do ser do homem no mundo. Não há, em Lale Demoz, o intuito de denunciar. E, de resto, os grandes homens só denunciam quando absolutamente convictos de um erro a apontar, na contingência do universo contingente. Nem, muito menos, qualquer desejo de fazer, de uma posição ideológica, particularmente estrita, uma ponte para o sucesso artítico. De resto, qualquer sucesso artístico assim auferido não resiste ao tempo: A sectária ideologia é transitória pela sua própia natureza. Só o pensar filosófico, na despaixão, na universalidade de seu construir-se, é intemporal, e se desdobra para além das lindas da emoção passageira.
Quais são, porém, voltando ao ponto, aquelas inclinações temáticas que, em Lale Demoz, pela freqüência de seu repetir-se, mostram os amores maiores de sua poiesis pictórica? Flores e pássaros. Flores e pássaros são constantes preocupacionais, no sendário Demoziano. E com que glória inaudita de cor e vida, de poesia e movimento, Lale Demoz se atira à conquista do espaço floral. O seu floral maciço, avassalante, quase pura poesia de cor, é de tal desnidade, de tal convicção, de tal enternecida e amorosa constância, que assume características invulgares e passa a ser uma espécie de valor autônomo, no “Demoziano contexto”. Assim, as invulgares flores de Lale Demoz, algumas vezes não mais que manchas e fugindo inteiramente ao convencional, no gênero, são, em nosso sentir, o principal em sua obra. Como são, em nosso pensar, o principal, na obra de Rodrigo de Haro, os seus jogos florais “art nouveau” e “belle époque”.
Depois, vem os pássaros, menos numerosos, libérrimos em estilo e concepção, em sua força alada e libertária. E, por fim, na nossa análise, as paisagens, em que vemos Lale Demoz atingir instantes de alta expressividade, com alguns lances insólitos.
Esse é pois o nosso pintor Aldo Hugo Lale Demoz, um valor que a cena artística porto-alegrense incorpora, “data venia”, como integrante de seu nativo contingente criacional. E do qual se apropia, nesse seu trânsito pelo Brasil, ciosamente, pois Lale Demoz representa, para nós, um momento cultural, artístico, e estético, de decisiva importância.
Comentário de Fernando García Esteban, Montevideo (1976)
Flores e pássaros têm sido pintados muitas vezes. Com eles se têm realizado quadros memoráveis e consolidado linhas de desenvolvimento muito afirmativas.
Enfrentar e resolver estes temas hoje, resulta uma audácia.
Realizá-lo como o consegue Aldo Lale Demoz, sem pesquisas forçadas de originalidade, porém dentro da mais notável autenticidade é outra das virtudes da sua séria inquietude criativa.
Comentário de Florio Parpagnoli, Montevideo (1976)
Los vitales rojos, verdes, amarillos, azules y blancos traducen su interior auténtico, eufórico y enamorado de la vida y del escenario natural en el que ella se desarrolla. En sus cuadros se puede respirar la risa limpia, en los empastes jogosos, vivaces, magistrales…
Comentário de Julio Vernazza, Montevideo (1975)
Estamos frente a um artista pintor sumamente colorista e figurativo com experiências abstratas de muita estrutura e harmonia plástica. Seus quadros de flores encontram uma forte determinação na procura visão cromática que é o seu forte.
O ritmo segue atendendo a geometria que envolve, tanto as pinceladas em sua intenção, como a configuração execução. O artista revela seu temperamento através de uma montagem severa na disciplina que verifica sua autêntica personalidade.
É um trabalho bem ambientado e seleto, equilibrado entre os dois aspectos que comina sua sensível aparição. A matéria e a textura menifestam-se, felizmente, tratadas com essa maneira ágil, que não implica habilidade somente, se não conhecimento cabal da técnica para levar a cabo uma boa obra de pintura.
Comentário de J. E. Villasañes, Montevideo (1967)
Em Aldo Lale Demoz existe um insólito pintor do movimento que dinamiza a forma. É um artista inquieto interiormente cultivado e que está a caminho de chegar muito alêm.
A obra de Lale Demoz busca uma expressão própia dentro das correntes mais avançadas.
Comentário de Elizabeth Paladino, Montevideo (1975)
Este pintor tem uma faculdade pouco comum para harmonizar as cores. Suas incomuns transparências e superposições de brancos, rosas, verdes, cinzas ou pretos possuem o mesmo equilíbrio que as inusitadas combinações txturadas de amarels, verdes e vermelhos.
O óleo e o acrílico são dominados com a mesma segurança e êxito.
Estamos na presença de um representante da plástica atual que, mesmo tendo conhecido, pela sua formação cultural, diversas manifestações pictóricas no tempo e no espaço, não se alienou a nenhuma que pudesse inibir a autenticidade e riqueza da sua linguagem.